En el mundo de los toros está muy extendido el dicho de “tarde de expectación, tarde de decepción”. Algo así nos ha ocurrido ante cada una de las citas importantes que ha tenido que afrontar la Selección Española de fútbol desde el Mundial de Argentina y hasta la Eurocopa de Austria y Suiza, que los escépticos seguirán llamando la excepción que confirma la regla, pero que, en el fondo, supuso la confluencia de una serie de talentos que son los que hacen posible a los equipos memorables.
El de la Selección lo ha seguido siendo desde entonces y hasta ahora, gracias también al valor añadido de un nuevo entrenador cuya sobriedad y escaso carisma mediático han quedado en un segundo plano gracias a una intachable madurez, tanto a la hora de seguir confiando en el bloque como en el juego inspirado por Aragonés. Y pese a todo, incluso pese a los escépticos, no me gusta ese aire de superioridad y excitación histórica con la que se ha recibido el año del nuevo Mundial, como si al trofeo ya le hicieran hueco en las vitrinas de la Federación.
Entiendo y sé cuáles son los motivos que inducen a contagiar la euforia, por quiénes los transmiten y los intereses que los amparan -económicos, por supuesto-, pero en el fondo no hacen más que generar malas sensaciones; primero, por el tiempo que aún queda hasta la cita mundialista; y segundo porque se termina desvirtuando la grandeza misma del fúrbol: basta con hacer un poco de memoria y recordar lo que nos pasó con Estados Unidos bajo el mismo frío del cielo sudafricano que recibirá este verano a los equipos aspirantes al trofeo.
A estas alturas, más que machacar el lema del “podemos”, lo que hace falta es determinar quiénes deben ser los elegidos para acompañar al bloque excepcional y superviviente de la victoria sobre Alemania.
Fútbol en navidades Cuando Hleb fichó por el Barcelona comentó que uno de los aspectos que más iba a valorar era poder pasar las navidades en familia, ya que era un tipo muy tradicional al respecto. Hleb, que procedía del Arsenal, no llevaba bien eso de que la Premier no parase durante las fiestas. Este año hemos podido comprobarlo, con momentos tan espectaculares como el de la nevada bajo la que Torres le dio la victoria al Liverpool antes de la Nochevieja. Lo que no tengo claro es si es una mera cuestión de calendario o la desmedida pasión de los británicos por el fútbol.
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