Borrachera de nostalgia

TVE convirtió el 31 de diciembre en una auténtica ofensiva promocional sobre su renuncia a las inserciones publicitarias a partir del 1 de enero. A lo largo del último día del año emitió numerosas promos al respecto, así como destacados espacios informativos sobre una decisión que marcará el nuevo rumbo del ente público. En los telediarios, en los especiales de balance del año, en los espacios de nochevieja, el asunto copó un exagerado protagonismo, entre otros aspectos porque se apeló a la memoria colectiva a la hora de resaltar el papel desempeñado por la RTVE en la difusión comercial de millones de spots mucho antes de que llegaran las privadas a hacerle la competencia.

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No faltaron las referencias al anuncio del Cola-cao, el jabón Lux o las pastillas Okal. En el fondo, todo parecía formar parte de una estrategia emocional desde la que teledirigir a la audiencia a partir de la pulsación de determinadas fibras sensibles con las que condicionar la fidelidad hogareña al canal clásico por excelencia de la última gran noche del año.
En casa fuimos fieles a la Primera, aunque más por las campanadas que por la programación en sí. Mucho antes que los anuncios, ya pasaron a la historia las noches en las que se cenaba frente al televisor para presenciar los esperados montajes de Martes y 13 para cada 31. José Mota es un humorista con talento, pero su propuesta limita a veces su originalidad al impresionante despliegue técnico que hace posible cada sketch.
El relleno posterior, en el que echaron mano del personal de la serie Cuéntame, volvía a incidir en ese afán nostálgico que alcanzaría unas lastimosas cotas con el revival fin de fiesta enlatado para la ocasión.
En TVE pensaron, como la cantante Bebe, que “no importa que pase el tiempo, sino que pase y se pierdan los recuerdos”, aunque alguien debió citarles a su vez a Sabina (“al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”) para evitar la fuga de telespectadores ante el exceso de barbitúricos catódicos dosificados en el programa. Al menos, para entonces, Tele5 ya había culminado su enésima bufonada.