Estamos en campaña por enésima vez. ¿Le suena la película? Hoy, como no tenía nada mejor que hacer, me he dedicado en el manicomio a investigar el origen de dos palabras que bailan continuamente en los oídos de la gente y sobre todo en los labios de los políticos.
Me imagino que a usted le podría interesar el tema, más que nada porque la lengua, en el buen sentido de la palabra, es el instrumento que utilizamos con mayor frecuencia en nuestra corta y agitada vida. Y, si no le interesa la cuestión, pase a la siguiente página y tan amigos. Esas dos palabras son: campaña y cambio. Las dos comienzan de igual manera y dan pistas de lo que nos queda por aguantar, si Dios no lo remedia, que no lo va a remediar, porque la divinidad es muy respetuosa con lo que los humanos hacemos y deshacemos.
El origen etimológico de la palabra campaña procede del latín campanĕa que, a su vez, deriva de campus (“campo”). El término nació para hacer referencia al campo llano y abierto que no presenta montes ni asperezas. Curioso. Y me pregunto ingenuamente yo si no estará equivocado el diccionario etimológico, porque una campaña será lo que usted quiera que sea, pero desde luego no es un campo llano y abierto. Sería mejor decir que es un desfiladero escarpado por donde ataca con ferocidad todo el que puede. Y dice que es abierto, quizás en referencia a que todo vale con tal de arañar votos, cosa que nunca entenderé, porque o la gente es muy veleta y se deja convencer por lo último que le meten por los ojos, o porque lo de arañar es algo que se está llevando cada vez más, como así lo demuestran algunos programas de la caja tonta. El campo es más bien cerrado y algunas mentes más todavía. En todo caso, que el cielo nos proteja de tantos arañazos y sobre todo de los que los dan en la misma cara y por la misma cara. Algún día llegará, digo yo, en el que las campañas no sean necesarias, sino que bastará con que el personal sea un poquito inteligente y consecuente. Es posible que esta generación no lo vea y la que viene menos. Y la otra, lo dudo mucho.
Por otra parte, la palabra cambio viene del latín cambium (hacer trueque, dar una cosa por otra). Esta raíz la encontramos en las palabras cama y gamba. Y aquí es donde me echo a temblar de pánico. Es decir, se hace clara referencia a aquello de dar gato por liebre. Lo que nos queda por ver en este mísero mundo. Lo de la cama al menos mosquea, porque muchos el cambio lo entienden como si se acostaran y esperaran a que todo el mundo cambie, menos ellos que permanecen acostados en el poder. También lo de cama suena a otras cosas más fuertes. Lo de gamba mosquea más, porque junto con los langostinos y el buen vino de la tierra suena a la buena vida que se pegan los que nunca piensan cambiar o cambiarse. Esto del cambio se maneja mucho, aunque casi siempre el que emplea el término lo hace en clara referencia a los demás, es decir, que todo cambie para que todo siga igual y yo no me mueva de donde estoy. Es patético ver cómo algunos luchan para que se produzca el esperado cambio, pero siempre con la indispensable condición de que ellos sigan en el machito y comiendo el coco a los que escuchan y luego votan.
En fin, dos palabras muy curiosas y desconcertantes. Yo para mí que entre emboscadas, camas y gambas nos quieren volver locos a todos, aunque yo tengo la ventaja de que ya lo estoy. ¿Y usted? No se preocupe, que lo intentarán de todas las maneras posibles.
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