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Conil

Frutas Ildefonso, la empresa de Conil que nació con un hombre al filo de la carretera

Con el aroma de la tierra en las manos, Idelfonso Pérez empezó a tejer su destino entre cabezas de ajos y calabazas . Sus hijos y nietos engrandecen su legado

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Frutas Ildefonso: una empresa que crece con la tierra

Frutas Ildefonso: una empresa que crece con la tierra

Frutas Ildefonso: una empresa que crece con la tierra

Frutas Ildefonso: una empresa que crece con la tierra

Frutas Ildefonso: una empresa que crece con la tierra

Frutas Ildefonso: una empresa que crece con la tierra

Entre la brisa y la bruma de la madrugada, con el siglo XX encarando su último lustro, cuando el rocío aún besaba la tierra y el alba pintaba los campos de oro, un hombre se lanzaba a los caminos con un sueño a cuestas. Ildefonso Pérez Moreno no tenía más capital que su esfuerzo ni más vehículo que su determinación. Con la mirada fija en el horizonte y el aroma de la tierra en las manos, empezó a tejer su destino entre cajas de ajos, calabazas y membrillos. Se apostaba en la carretera, esperando el rugir de los camiones que venían desde Madrid, cargando esperanzas entre bultos de cosecha fresca. Su historia no se escribió con tinta, sino con sudor, con noches en vela y madrugadas que nacían sobre el asfalto. Así, con paciencia y constancia, fue dando forma a lo que, una década después, sería Frutas Ildefonso, la empresa conileña que lleva su nombre por bandera.

Trabajo para gente con la que mi padre trabajaba con sus abuelos… En Almería, en Málaga, en Conil… Aquí le vendemos a gente cuyos padres también eran nuestros clientes. Es decir, hemos vendido a abuelos, padres y nietos… o nos interesa ganar el dinero en un día. Pensamos en toda la vida y en varias

Hablamos del año 1954. Y sí, hablamos de Ildefonso Pérez Moreno, quien dio sus primeros pasos en el mundo del comercio hortofrutícola con un negocio ambulante de frutas y verduras. Su trayectoria comenzó con la compra de productos directamente en el campo, que posteriormente vendía en localidades cercanas como Vejer y Barbate. En sus inicios, carecía de un vehículo propio, por lo que dependía de terceros para desplazarse.

Con el tiempo, Ildefonso amplió su radio de acción hasta llegar a Algeciras. Sin un medio de transporte propio, esperaba en la carretera el paso de camiones que venían desde la ruta de Madrid a por pescado, cargando su mercancía en ellos. Se ubicaba junto a un bar, al pie de carretera, con productos de la huerta de Conil de larga duración como ajos y calabazas. Si lograba transporte, partía a Algeciras, vendía su mercancía y regresaba a Conil para repetir la operación. Si no pasaba un camión, dejaba los productos en el bar y a esperar a tener suerte al día siguiente… de ahí las calabazas y los ajos, productos perecederos pero que tienen una vida más larga que otros y que tardaban en “ponerse malos”. Fueron tiempos duros, en los que la perseverancia y la creatividad fueron claves para su supervivencia.

Su camino emprendedor comenzó solo, debido a problemas de salud que le impidieron continuar con el trabajo de jornalero en el campo. Con el tiempo, añadió nuevos productos como peras y membrillos, lo que le permitió expandirse y adquirir su primer camión. Este nuevo recurso abrió las puertas a mercados más amplios, con viajes a Sevilla, Málaga y Córdoba. A finales de la década de los 50, Ildefonso ya llevaba tomates de Conil hasta Madrid. Su espíritu inquieto y su esfuerzo constante hicieron posible el crecimiento del negocio, que diez años después se consolidó en lo que hoy conocemos como ‘Frutas Ildefonso’. La empresa se ha mantenido con un fuerte carácter familiar. Ildefonso incorporó a sus hijos en el negocio, inculcándoles su filosofía de ofrecer siempre las mejores frutas y verduras de la huerta española a toda la provincia de Cádiz. Actualmente, la tercera generación sigue al frente del negocio, garantizando su continuidad y excelencia.

Para conocer un poco mejor a esta emblemática empresa conileña nos hemos entrevistado con Juan de Dios Pérez Zara, uno de los socios y dueño de dicha empresa que dirige junto a sus hermanos Francisco Pérez Zara y Carmelo Pérez Zara, y con su sobrino Ildefonso Pérez Marín.

Aunque no sea necesario, Juan de Dios nos confirma lo que es evidente… Frutas Idelfonso “es una empresa familiar. Yo formo parte de la segunda generación de un empresa que fundó mi padre, Idelfonso Pérez Moreno y mi madre Antonia Zara Pérez”…

Frutas Ildefonso: una empresa  que crece con la tierra

 

ORÍGENES: AL FILO DE LA CARRETERA

La empresa se originó por el año 1954. “Mi padre se dedicaba en sus inicios a comprar hortalizas y frutas en el campo para luego llevárselas a localidades cercanas como Vejer, Barbate… Se ponía en el filo de la carretera a esperar con mercancía que no se estropeara rápido, como los ajos, las calabazas, etc. Se situaba al lado de un bar y cuando pasaba un camión, cargaba y se iba a Algeciras. Si no pasaba un camión, pues guardaba la mercancía en el mismo bar hasta al día siguiente de madrugada. Los días que pasaba un camión se iba, vendía, recogía el dinero y se volvía a Conil, y así durante un tiempo repitiendo la misma operación… comprar a los agricultores locales, ponerse en el filo de la carretera, llegar a Algeciras, vender y volver… Eran tiempos difíciles”.

Como hemos mencionado, “a finales de esa década llevaba tomates de la huerta de Conil a Madrid… Creció poco a poco pero sin parar, con lo que rápidamente logró estabilizar el negocio gracias a que siempre ha sido una persona inquieta… Nosotros, sus hijos, somos iguales, inquietos”.

Juan de Dios forma parte de la segunda generación junto a sus hermanos, “pero la tercera ya está trabajando aquí con mis sobrinos, un yerno de mi hermano, dos de mis hijos…”.

Además de la matriz de Frutas Idelfonso, “en los últimos años nos hemos diversificado con varias empresas, entre ellas una dedicada al aguacate, de exportación e importación, que está en San Martín del Tesorillo”, una “empresa que se creó para las naranjas pero como el mercado se ha ido moviendo, también nos centramos en los aguacates. Lo mismo compramos en Perú o en Chile en contra estación, o cuando hay aquí los traemos de Portugal, Huelva, Málaga o del Tesorillo para exportarlo a Francia, Inglaterra… Se llama Pérez Zahara Agrícola, con una marca que se llama IPM, Idelfonso Pérez Moreno… No es difícil de pronunciar y le añadimos un poco de márquetin… la verdad es que está funcionando muy bien”.

En cuanto a Frutas Idelfonso, “al frente de la misma están tres hermanos y un sobrino, hijo de un hermano que lamentablemente falleció hace un tiempo. Es decir, en realidad son cuatro socios que nos dedicamos a la compra y venta de frutas y hortalizas, así como a su distribución por bares, restaurantes, supermercados, hoteles, de la zona del litoral que va desde Cádiz a Zahara de los Atunes”.

 

LAS INSTALACIONES

También en sus instalaciones se realiza una subasta de frutas y verduras de la huerta de Conil. Subasta que se realiza sobre las cuatro y media de la tarde y a la que acuden agricultores de la zona que traen sus productos, siendo entre los dueños y gerentes de tiendas y supermercados de Barbate, Zahara, Vejer, San Fernando, Cádiz, Chiclana, quienes participan en la puja.

Ciertamente me impresiona dichas instalaciones y el ajetreo de tiene lugar bajo su techo. Quedamos a las nueve de la mañana allí donde la brisa marina se mezcla con el aroma fresco de la huerta, allí donde se alzan las instalaciones de Frutas Idelfonso, una empresa familiar que lleva décadas sembrando raíces en la tierra y en la memoria de sus clientes. “En estas instalaciones llevamos desde 1994, es decir, el año pasado cumplimos treinta años”, recuerda con orgullo Juan de Dios, la voz que resuena con la historia viva de este negocio.

Insistimos. La trayectoria de Frutas Idelfonso es un testimonio de perseverancia y evolución. Sus orígenes se remontan a los días en que el padre de Juan de Dios recorría los caminos andaluces, vendiendo fruta por los pueblos, de Málaga a Sevilla, enfrentando los obstáculos de un sistema que no permitía la venta directa. “Nosotros no tuvimos almacén propio hasta el año 1976. Antes mi padre vendía por ahí, debido al monopolio que existía por el sistema anterior a la democracia”, explica. Con la llegada de nuevos tiempos, la familia encontró la libertad de establecer su primer almacén: un modesto espacio de 60 metros cuadrados en el garaje de su propia casa.

El crecimiento fue imparable. En 1978, un nuevo almacén de 500 metros cuadrados en La Laguna marcó un hito en la consolidación del negocio, pero fue en 1994 cuando Frutas Idelfonso dio el gran salto hacia sus actuales instalaciones. “Aquí crecimos mucho más y hemos ido mejorando las instalaciones de forma paulatina”, comenta Juan de Dios. Hoy, la empresa cuenta con una nave de cuatro mil metros cuadrados sobre una parcela de doce mil, con infraestructuras comparables a las mejores del país.

El complejo se divide en tres áreas interconectadas que reflejan la versatilidad de la empresa. La primera está destinada a la subasta, donde agricultores de la zona encuentran un canal directo para sus cosechas. La segunda es un espacio de venta directa para mayoristas, donde los clientes recorren los pasillos con sus carretillas, eligiendo productos frescos con la libertad de un autoservicio. “Tenemos una sala de ventas en la que los clientes entran con sus carretillas, cogen los productos que quieren y se pesan al salir”. La tercera zona está reservada para la distribución y recepción de mercancías, operada por una flota de diez vehículos que abastecen a hoteles, restaurantes y supermercados.

Pero Frutas Idelfonso no solo es un punto de encuentro para la producción local. La empresa se nutre de la riqueza agrícola de toda España, trayendo productos de Sevilla, Huelva, Málaga, Almería, Granada, Valencia y Castellón, además de algunas importaciones. “Traemos productos de Marruecos, de Portugal... aunque no tenemos la capacidad de comprar un contenedor de dátiles, por ejemplo. Y es que aquí físicamente no hay gente para comerse un contenedor de dátiles”, bromea Juan de Dios.

En el corazón de este engranaje, unas 25 personas trabajan con dedicación. “Ahora hay unas 22 personas, pero en verano llegamos a unas 28 debido a la estacionalidad”, señala. No es casualidad: la Costa de Cádiz se transforma en los meses estivales, cuadruplicando su población y, con ella, la demanda de frutas y verduras frescas.

Así es Frutas Idelfonso, una empresa que crece con la tierra, que se expande con el tiempo y que, sobre todo, mantiene viva la esencia de un comercio que sigue apostando por la calidad, la cercanía y el respeto por la tradición. 

Frutas Ildefonso: una empresa  que crece con la tierra

RELEVO GENERACIONAL

“En la actualidad, tenemos de todo durante todo el año”, afirma Juan de Dios, reflejando la amplitud de la oferta de la empresa y los cambios vividos tanto en el mercado como en el consumidor. Y es que gracias a la contra estación de los dos hemisferios, frutas y hortalizas fluyen sin interrupción: sandías en verano y también en invierno, fresas todo el año, pepinos sin calendario. La logística ha cambiado las reglas del comercio. “El transporte ha mejorado, es muy eficiente y es muy rápido”, señala, destacando cómo la globalización ha reducido distancias y costes. Pero detrás de cada cifra, de cada mercancía que llega a buen puerto, hay un esfuerzo inmenso, una historia de sacrificios compartidos entre generaciones.

La historia de Frutas Idelfonso no es solo la de una empresa que distribuye productos frescos. Es la de una familia que ha entendido la importancia de diversificar y adaptarse a los tiempos sin perder su identidad. “Antes un producto de importación era muy caro y el nacional era muy barato porque también lo era la mano de obra. Ahora se equilibra bastante”, explica Juan de Dios, con la experiencia de quien ha visto la evolución del mercado en primera línea.

La empresa ha pasado de la compraventa en el campo a la importación y exportación, el reparto a la hostelería y la restauración, e incluso la transformación de alimentos. “Nos hemos adentrado en el mundo del procesamiento de alimentos”, detalla, mencionando las patatas cortadas y listas para su uso, así como los zumos de naranja, lima y limón. La visión de futuro es clara: ampliar el servicio y facilitar la vida de los clientes. Pero, más allá de la estrategia empresarial, hay un compromiso profundo con la excelencia, con seguir ofreciendo calidad sin perder el calor humano que caracteriza a esta empresa familiar.

Idelfonso Pérez Moreno se dedicaba sobre todo a comprar en el campo y vender en las ciudades y pueblos, mientras que “nosotros (sus hijos) ya empezamos a comprar productos en España y Europa para venderlos aquí, además de añadir el reparto por los establecimientos de hostelería y restauración”.

El relevo generacional ha llegado con fuerza. La tercera generación ya está tomando las riendas, con estudios y formación que complementan el espíritu inquieto de quienes los precedieron. “Nosotros no hacemos lo que hacía nuestro padre y nuestros hijos no van a hacer lo que hacemos nosotros. Hay que adaptarse a los tiempos. Hay que evolucionar”, dice Juan de Dios con convicción. Pero esta evolución no es un simple cambio, es una transición cuidada, un legado que se transmite con orgullo, con la certeza de que cada nuevo paso se da sobre la base firme que construyó su padre con tanto esfuerzo.

“Hay que evolucionar pero tenemos la ventaja que la nueva generación, la tercera en nuestro caso, ya tiene formación y estudios de primer nivel. Los tres hermanos no tenemos estudios pero hemos sido muy viajeros siempre y muy inquietos. Igual que mi padre en el año cincuenta y tantos del pasado siglo estaba vendiendo tomates en Madrid, en mi caso en el año 80 ya estaba en Italia y en Francia abriendo mercados y estableciendo relaciones comerciales. Nunca nos ha pesado el viajar, el conocer, el aprender…  Y no es que cada generación lo tenga más fácil, sino que hablamos de momentos distintos. Cada generación se enfrenta a retos distintos aunque claro que el esfuerzo está ahí”, explica.

El crecimiento ha sido notable. Hoy, el grupo empresarial factura más de treinta millones de euros anuales y da empleo a más de cien personas. Su diversificación los ha llevado a expandirse más allá del sector agroalimentario, con una lavandería industrial, un salón de eventos, una empresa de alquiler e inmobiliaria y fincas en San Martín del Tesorillo y Los Barrios, donde cultivan naranjas y aguacates. Pero lo verdaderamente significativo no son los números, sino la historia de entrega que hay detrás.

“Mi padre falleció con 94 años en 2022, con lo que sí ha podido ver hasta dónde ha llegado la empresa que creó”, recuerda con emoción Juan de Dios. No solo presenció la evolución de su negocio, sino que también disfrutó viendo cómo sus hijos mantuvieron vivo su sueño, con el mismo espíritu emprendedor y la misma esencia familiar. “Nos decía que se sentía muy orgulloso y lo mejor es que lo pudo ver”, concluye Juan de Dios con una mezcla de nostalgia y gratitud.

Frutas Idelfonso es  la certeza de que el verdadero éxito no se mide en cifras, sino en la capacidad de mantener vivo el espíritu de quienes lo iniciaron. Es el relato de una familia que ha sabido mirar al futuro sin olvidar sus raíces, que ha hecho de cada desafío una oportunidad.

Frutas Ildefonso: una empresa  que crece con la tierra

 Al ser una empresa familiar, hay clientes que llevan décadas trabajando de forma conjunta con ellos… “Trabajo para gente con la que mi padre trabajaba con sus abuelos… En Almería, en Málaga, en Conil… Aquí le vendemos a gente cuyos padres también eran nuestros clientes. Es decir, hemos vendido a abuelos, padres y nietos…”… Su trayectoria se basa en que “no nos gusta las cosas de usar y tirar. No nos interesa ganar el dinero en un día. Pensamos en toda la vida y en varias generaciones”, de ahí que se cuide al máximo esas relaciones y todos los detalles para ofrecer el mejor producto posible a los clientes y así mantener una fidelidad consolidada en décadas de una relación de confianza y casi familiar.

“Nosotros somos una empresa de cero problemas. Ni damos problemas, ni queremos problemas. Nos gustan las cosas bien hechas. Queremos ser para los demás lo que nos gustaría que los demás sean para nosotros”.

El mundo agrícola es un escenario de incertidumbre, donde las fuerzas de la naturaleza dictan las reglas del juego y los precios bailan al ritmo del clima y la demanda. En este contexto, Juan de Dios, empresario del sector, nos abre una ventana a su realidad cotidiana.

 

FLUCTUACIÓN, CLIMA, LLUVIAS

“Estamos en un sector en el que hay muchas variables. El clima, por ejemplo. Las últimas lluvias han afectado a los cultivos de patatas y seguramente, al estropearse muchas plantaciones, este año subirán de precio las patatas… Las inclemencias meteorológicas son las que más influyen en un sector cuyos precios fluctúan mucho”, explica con la sabiduría de quien ha vivido estas oscilaciones durante años.

Los precios se reflejan en las subastas, donde los compradores compiten sabiendo si hay abundancia o escasez de un producto. Es la ley de la oferta y la demanda. “No hay más vuelta. A nosotros nos ocurre igual con lo que compramos fuera, un precio al que le añadimos nuestros márgenes que deben ajustarse al mercado para que el cliente no se vaya a otra empresa que se lo ofrezca más barato. Si vendemos muy caro, la competencia no nos dejará vender. Y si vendemos barato, no ganamos dinero. Tenemos que buscar siempre un equilibrio”, señala con la certeza de quien se ha forjado en este difícil mundo.

A pesar de todo, aunque las lluvias hayan golpeado cultivos como el de las patatas y las cebollas, Juan de Dios tiene claro algo: “En verdad era muy importante que lloviese. Sin agua no hay vida. Que llueva es positivo para el campo, para el turismo y para todo”.

La historia de su empresa en el sector es un relato de adaptación y visión. “En Martín del Tesorillo llevamos comprando naranjas desde la década de los años 80 del pasado siglo… Luego compramos un almacén en 1998 y ya empezamos a confeccionar nuestras propias naranjas. Allí hay buena tierra, hay agua y casi nunca hay viento, con lo que es ideal para ese cultivo. En la Janda hay pocos árboles porque el levante los mata. Y ya en 2015 compramos dos fincas en las que también producimos aguacates”.

El aguacate, ese fruto que hoy es sinónimo de alimentación saludable, forma parte de su historia desde hace décadas. “Aunque parezca una moda, el aguacate está para quedarse porque es saludable. Antes era un producto que la mayoría de la gente desconocía, pero nosotros llevamos más de cuarenta años trabajando con él. Yo lo probé en los años 70 en Almuñécar, mientras que mi padre ya los había visto en los 60… Nosotros lo hemos visto venir y sabíamos que cada año se iban a consumir más aguacates. De hecho, hemos cambiado en el Tesorillo el tema de las naranjas a los aguacates. Nosotros producíamos seis o siete millones de kilos de naranjas al año. Y ahora, desde 2016 cuando mi hijo se incorporó, cambiamos e introdujimos el aguacate, bajando cada año la producción de naranjas y aumentando la de aguacates, de tal manera que hoy hacemos dos millones de kilos de naranjas por los seis millones de kilos de aguacates. Y este año queremos alcanzar los ocho millones de kilos de aguacates”.

El mercado manda, y ellos han sabido escuchar. “Hemos invertido en lo que la gente demanda. Seguimos vendiendo naranjas, pero sobre todo en Conil, mientras que los aguacates los llevamos a todos sitios. Y es que las naranjas desde hace unos años dejan poco margen”.

Así, entre lluvias que pueden ser bendición o castigo, entre la incertidumbre del mercado y la necesidad de adaptarse a los tiempos, la agricultura sigue su curso, moldeada por quienes saben leer sus señales y apostar por el futuro.

Frutas Ildefonso: una empresa  que crece con la tierra

EL CAMPO DE CONIL TIENE ALGO...

El campo de Conil tiene un alma especial. Sus tierras, besadas por el sol y acariciadas por la brisa atlántica, han dado fruto a una tradición que se pierde en el tiempo. Entre sus surcos y bancales, la agricultura no es solo un oficio, sino un legado que se transmite de generación en generación. Uno de los testigos de esta historia viva es Juan de Dios, de Frutas Idelfonso, una empresa familiar que ha crecido junto a los campos de esta tierra.

“Este es un pueblo que siempre ha cultivado verduras, hortalizas y frutas", cuenta con orgullo. "Desde siempre ha vendido esos productos a los pueblos de los alrededores. El secreto de la huerta de Conil se basa en el clima y en el agua. Y además, en Conil prácticamente todo el mundo tiene un trozo de tierra”. En sus palabras resuena el eco de una Conil que ha sabido florecer gracias a sus riquezas naturales y el esfuerzo de su gente.

El agua ha sido el cimiento sobre el que se ha levantado la agricultura local. “No ocurre como en otros pueblos en los que tres o cuatro familias tienen casi todas las tierras. Aquí todo el mundo tiene un trozo de tierra y, encima, contamos con un acuífero que nos proporciona agua. Era fácil tener acceso al agua, algo fundamental e importantísimo para el desarrollo de cualquier sociedad. La gente se establecía en lugares cercanos al acceso de agua y aquí teníamos agua en el subsuelo. En Conil, en cualquier lado que caves un pozo encuentras agua... Ahora con la sequía quizás esté un poco peor”.

La agricultura, la pesca y el turismo han sido los tres pilares de la economía local. “Ahora mismo seguramente el turismo sea el sector más importante de la economía en Conil, pero hace treinta años lo era la agricultura. La tercera pata ha sido y es la pesca, pero la agricultura siempre ha estado ahí”. En ese equilibrio de sectores, la agricultura ha sabido resistir, adaptarse y encontrar su propio camino.

Un ejemplo de esa evolución es la participación de Frutas Idelfonso en la Ruta Gastronómica de la Huerta. “Siempre participamos y este año no podía ser menos”. Con una exposición en la Plaza Santa Catalina, la empresa muestra lo mejor de su huerta, acompañada de obsequios y recetas como pizzas con sus verduras o tartas con sus frutas. Es un homenaje al campo y a su gente, una forma de poner en valor lo que la tierra ofrece.

Frutas Ildefonso: una empresa  que crece con la tierra

CONSTANCIA, ESFUERZO, ADAPTACIÓN

El camino de Frutas Idelfonso ha sido de constancia y esfuerzo. “Hemos ido creciendo y creciendo. Hay gente que dice que soñaba con llegar... No, nunca he soñado con llegar a ningún lado, siempre he estado trabajando y evolucionando”. Una filosofía de vida que se respira en cada decisión de la empresa. “Esto es muchísimo trabajo. Esto ocupa todas las horas del día los siete días de la semana. Además tiene dos desventajas. Una, que los precios suben y bajan todos los días. Y otra, que el producto se pudre, con lo cual hay que venderlo. Es perecedero, por lo que hay que hilar fino”.

El mercado ha cambiado y con él los hábitos de consumo. “Antes se comía fruta de estación y ahora no hay estaciones. Ahora se come de todo durante todo el año. Ahora vendemos mangos todo el año, antes había muy poco mango. Lo mismo que el aguacate. Ahora vendemos sandías todo el año, antes solo en verano”. Y no solo ha cambiado el qué, sino el cómo. “Antes, por ejemplo, el cliente iba al mercado y compraba un kilo o dos de manzanas. Hoy pide piezas... dame dos manzanas, tres plátanos, un mango, una naranja... algo que ya nosotros habíamos visto en nuestros viajes por Europa”.

Frutas Idelfonso ha sabido adaptarse a estos tiempos, ampliando su oferta con productos inesperados. “¿Quién nos iba a decir que íbamos a vender flores comestibles? Nosotros las vendemos. En realidad vendemos casi de todo para dar un servicio prácticamente integral”. Y aunque el camino no es fácil, Juan de Dios lanza un mensaje claro a las administraciones públicas: “Solo les pido que tengan en cuenta a las pequeñas y medianas empresas. Creo que solo miran a las grandes empresas hortofrutícolas y a las cooperativas. Ahí llegan fácil las ayudas, pero para los pequeños y medianos empresarios no. A los autónomos no nos llegan tan fácil, pero por lo demás no hay problemas, estamos al día”.

El futuro de la empresa pasa por mantener su esencia y seguir adaptándose al mercado. “Nos enfocamos en mantener un poco la misma línea, es decir, ofrecer un servicio de calidad y unos precios normales. El objetivo es mantener a nuestra clientela y abrir nuevos mercados, pero sin descuidar los que ya tenemos”. Con la mirada puesta en la cuarta gama, han empezado a ampliar su oferta más allá de frutas y verduras frescas, con productos como patatas de diferentes cortes y zumos. “Queremos ir adaptándonos a lo que nos demande el mercado, y es lo que ya te dije, yo no hago lo que hacía mi padre y mis hijos no van a hacer lo que yo he hecho. Ese es nuestro lema”.

Y no puedo despedirme sin preguntarle si consume y le gustan las frutas… lo hago por curiosidad y en este caso, en casa de herrero, no hay cuchara de palo, sino de metal, porque Juan de Dios confiesa su pasión por la fruta.

Frutas Ildefonso: una empresa  que crece con la tierra

LA CALIDAD, LA PIEDRA ANGULAR

La calidad ha sido siempre la piedra angular de Frutas Ildefonso. Su sistema de control se basa en dos etapas: la evaluación sensorial y la evaluación técnica. La primera examina las características organolépticas de los productos, como color, sabor y textura. La segunda, mediante equipos de laboratorio, analiza la composición y condiciones microbiológicas de las frutas y hortalizas. Para garantizar esta calidad, la empresa colabora estrechamente con sus proveedores, aplicando rigurosos controles en la gestión integral de la calidad, desde la recolección hasta la entrega al cliente.

Los pilares fundamentales de Frutas Ildefonso han sido clave en su éxito. La constancia y la paciencia han permitido un crecimiento sostenible. La atención a las necesidades del cliente y la adaptabilidad a los cambios del mercado han sido esenciales. La anticipación a los imprevistos ha sido una de sus principales estrategias. La empresa crece en función de la confianza de sus clientes, expandiendo su plantilla para mantener el equilibrio organizacional. La formación constante permite afrontar los retos de un sector en continua evolución. Asesorados por expertos, establecen objetivos a corto y medio plazo para mejorar continuamente. La innovación constante en técnicas, recursos y canales de distribución es fundamental para ofrecer siempre lo mejor.

Con más de 65 años de trayectoria, Frutas Ildefonso sigue apostando por la excelencia, la innovación y la calidad, manteniéndose a la vanguardia del sector hortofrutícola.

 

VARIEDAD DE PRODUCTOS

Frutas Idelfonso es un rincón donde la naturaleza se despliega en su máxima expresión. Frutas Idelfonso, una empresa familiar con alma de huerto y manos de labranza, ofrece un festín de colores y sabores que embriagan los sentidos.

Bajo el fulgor del mediodía, los cítricos despiertan con su estallido de frescura: limas verdes como esmeraldas, limones dorados como amaneceres, pomelos de pulpa rosada que se deshace en un juego de acidez y dulzura. Naranjas y mandarinas, esferas de sol que encarnan la dulzura del invierno andaluz.

En los árboles de semillas, la promesa de la cosecha se viste de manzanas perfumadas, membrillos que evocan antiguas recetas, nísperos dorados como los otoños cálidos y peras que destilan jugos que recuerdan a la miel.

Cuando llega el verano  (aunque ya no falta ningún producto durante todo el año), la fruta de hueso florece en una danza de fragancias: albaricoques suaves como terciopelo, melocotones con la calidez del sol atrapada en su carne, cerezas que destilan la esencia de los días felices. Nectarinas, ciruelas y paraguayos, cada uno con su dulzura rebelde, listos para ser descubiertos.

Entre las brumas de la madrugada, los frutos rojos despiertan con un estallido de color: arándanos que tintan los labios de azul, frambuesas de aroma embriagador, grosellas que encierran en su diminuto tamaño un mundo de sabor. Fresas y fresones, rojos como el amor, y moras, joyas silvestres de la naturaleza.

Desde tierras lejanas, las frutas tropicales traen consigo los ecos de selvas y océanos: aguacates de pulpa mantecosa, carambolas de geometría estelar, granadillas que atesoran semillas crujientes como pequeñas perlas. Kiwis, mangos, papayas y guayabas, frutas que embriagan con su perfume exótico. Maracuyá, piñas y litchis, un viaje sensorial que transporta a paraísos lejanos.

Pero el festín no acaba aquí. En la sinfonía de la tierra también suenan las notas de las verduras: brotes de ajo y lentejas que nacen con ímpetu, coliflores y brócolis como nubes verdes, espárragos y cardos que se alzan con elegancia. Acelgas, espinacas y lechugas, verdes abanicos que danzan con la brisa del campo.

Y en la sombra de los árboles, los frutos secos aguardan su momento: almendras de piel rugosa, nueces con el secreto de los inviernos, avellanas de textura crujiente y castañas que encierran la nostalgia de las chimeneas encendidas.

En la despensa de la naturaleza, tampoco faltan los regalos del tiempo: ciruelas pasas, dátiles, higos secos, orejones que guardan en su interior la dulzura concentrada del sol.

La magia de las hierbas aromáticas perfuma el aire con susurros de albahaca, tomillo y romero. Y bajo la sombra húmeda del bosque, las setas emergen como pequeños tesoros: boletus de perfume terroso, níscalos de color otoñal, champiñones que destilan la esencia de la tierra.

Así es Frutas Idelfonso, un edén en Conil donde la tierra canta y los frutos son su lenguaje. Cada bocado es un viaje, cada sabor, un poema. Porque aquí, entre la brisa marina y el trabajo paciente, se cultiva no solo alimento, sino la historia viva de una familia que honra la riqueza de la naturaleza.

Frutas Ildefonso: una empresa  que crece con la tierra

 

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