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Curioso Empedernido

Érase un país...

Érase una vez un país del sur de Europa, un maravilloso y contradictorio lugar en el que sus ciudadanos se echaban a temblar cada vez que el Gobierno aseguraba que tenía la solución...

Érase una vez un país del sur de Europa, un maravilloso y contradictorio lugar en el que sus ciudadanos se echaban a temblar cada vez que el Gobierno aseguraba que tenía la solución para un problema o una situación, o que de ninguna de las maneras iba a adoptar una medida, porque era la señal inequívoca de que sucedería lo contrario.

Sus próceres pregonaban claridad y transparencia, incluso habían aprobado una ley con tal fin, pero nunca daban explicaciones de las medidas que adoptaban, e incluso recientemente habían aprobado una amnistía fiscal para que aquellos ricos que tuvieran dineros sin declarar  o sus fortunas en paraísos fiscales pudieran hacerlo sin temor a ser sancionados.

En aquel país, durante mucho tiempo habían creído que eran los mejores, y quienes estaban al frente de algunas instituciones de distinto signo político, gastaban con alegría y sin control, y llegaron a construirse aeropuertos sin aviones, estaciones de alta velocidad sin pasajeros e infraestructuras faraónicas e inútiles.

Se había despilfarrado sin ton ni son y esa deuda había que pagarla, por mucho que algunos se empeñaran ahora en maquillar los datos, mirar para otro lado o echar las culpas al Gobierno anterior. Aunque, a decir verdad, la inmensa mayoría de los fondos recibidos de Europa habían servido en gran parte para desarrollar y cohesionar este país, en el que todavía persistían graves desequilibrios territoriales de lugares que había que incorporar al mapa y parecían no existir.

Había mala memoria colectiva, y ya nadie se acordaba cuando el país tenía superávit y todo el mundo añadía demandas a la carta de los Reyes Magos. Hoy, a la crisis económica, en la que socializaban las perdidas y se privatizaban las ganancias, había que añadir una crisis de liderazgo de sus dirigentes políticos y de valores sociales, que había llevado al personal a que nadie se fiara de nadie y como consecuencia no se fiaban los poderosos de la troika, la UE, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo.

Para hacer méritos ante los mercados y cabrear a los contribuyentes han puesto en marcha todo tipo de despropósitos, con el pretexto de que sacarían a dicho país de la crisis, y cada mes había más desempleados y cada viernes, que era cuando se reunían o  subían los impuestos, abarataban el despido o le daban un hachazo al Estado de Bienestar.

Desde que estaban en el Gobierno  los actuales mandatarios, que presumían de ser de centro reformistas, pero sus actuaciones eran de la más dura derecha, había habido un retroceso para todos los segmentos de la población, trabajadores, jóvenes, mujeres, ancianos y personas dependientes y empleados públicos.

Los habitantes de aquel país tenían la sensación y el sentimiento de ir para atrás como los cangrejos, y los recortes habían afectado seriamente a la política de investigación y desarrollo, además de dar un giro radical a la política energética, así como un parón a las infraestructuras del transporte.

Seguro que a estas alturas de este artículo, ya sabrán mis queridos lectores del VIVA CAMPO DE GIBRALTAR, de que país les hablo. Sí, del suyo y el mío , España, de un país al que queremos, pero  que va camino de los seis millones de parados y tiene un déficit público del 8,9%, por lo que habrá que espabilarse y, tal y como se ha acordado en la reciente reunión del G-8 en Camp David, unir a la contención del gasto, políticas que incentiven el crecimiento. Si no, habremos reducido todo lo reducible, hasta nuestras posibilidades de generar riqueza y, como consecuencia, empleo.

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