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Notas de un lector

Líricos versos femeninos

  • Antonia Álvarez Álvarez y Marta Policinska
La XI convocatoria del premio de Poesía, “Paul Beckett”, -que desde su sede en Mojácar, sigue alentando con tanto empeño y tan buen tino la Fundación Valparaíso-, recayó en su última convocatoria en dos poemarios de acento femeninos.


Antonia Álvarez Álvarez (Babia, León), suma con “Almas” su sexta entrega, y vuelve a demostrar que la suya es una voz poética ya madurada y sólida.
El poemario, dividido en tres apartados, “Alma inmóvil”, “Alma encendida” y “El alma de los cuatro elementos”, va desvelando una sucesión de objetos inertes -“Libro”, “Silla”, “Jarrón azul”, “Ventana”…- que sirven como reclamo para que el yo poético componga un original universo donde relata los dones y desdichas que acontecen a cada una de tales formas: “Dentro de tus entrañas guardas grandes, amorosos misterios (…) Abro a veces tu enigma: emergen ríos/ de márgenes lejanos, de regresos/ en sepia hacia el presente”, dice la autora leonesa, v.g., en su poema “Cajón”. Pero en este volumen, de verso suficiente y emocionado, cabe también la materia corazonadora, aquella que dictase en otro tiempo escenas dichosas y dolientes…, pero que ahora son llama herida, fuego ceniciento: “Si adiós es irse por siempre de una piel y una mirada, / también llore tu adiós./ Sólo Dios sabe/ el agua desvelada de tu olvido”.
Desde este paisaje de realidades vívidas y vividas, Antonia Álvarez ha sabido expandir su fe creadora y volcar sobre el papel una esfera distinta y personalísima, llena de bellos y terrenales instantes: “Porque la tierra tiembla cuando llueve,/ la tierra tiene alma (…) O porque llora otoños,/ o porque entierra cielos,/ tendrá un alma”. Como la que ella nos acerca, deudora de sus desvelos.

“Tránsito“, de Marta Policinska (Poznan, Polonia, 1978), significa el estreno poético de una joven que alterna su pasión literaria con su devoción músical. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla -donde reside en la actualidad-, la autora ha vertebrado un poemario donde sobresale su sorprendente dominio de la lengua española y la concisión de su discurso poético.
Tras su manifiesta sencillez, “Tránsito”, se alza sobre un cántico sensual y cálido, que desde su poema inicial, “Sin eco” (“Que silenciosos son/ los pasos/ de aquel/ que nunca viene”), esconde un límpido misterio, un aroma enigmático y de corte amatorio, que embriaga al lector. Con un verso, en ocasiones cercano al haiku o la sentencia, y un verbo que se desnuda y se ofrece sin ambages (“Si te aterra el mundo/ ven a salvarte/ en el escondrijo secreto/ entre mis piernas”), Marta Policinska parece haber bebido del aliento lírico que antaño sostuviera a William Carlos Williams, cuando afirmaba: “Quiero usar las palabras con las que hablamos y describir las cosas que vemos (…) Hay que traer la poesía al mundo en que vivimos”. Desde esa misma cercanía, desde ese mismo ángulo que anuncia y tiñe la realidad cotidiana, avanza su sed almada.
Con un tono confesional, de íntimo idioma común, su “corazón se balancea/ en los hilos invisibles/ de la lluvia”, y sale a contemplar las penumbras, los asombros, las noches insomnes, las golondrinas, los laberintos vitales…, en suma, que se acuestan sobre sus párpados y reclaman su atención.
Espléndido bautismo lírico, pues, dador, a buen seguro, de prometedoras y próximas entregas.

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